Las Orillas del Estigia

miércoles, 6 de octubre de 2010

Retazo III

El Azar, el destino y no haber estado en casa cuando llegó el cartero, han hecho que tenga que desplazarme hasta la oficina de correos para recoger un paquete del que no tenía noticia que recibiría. No había llegado todavía el cartero y, por tanto, el paquete se queda en el limbo de las calles mojadas, grises y frías - quizá más de lo normal - de la ciudad.

Al atravesar un parque he notado como el rumor de las hojas se acallaba, las gotas ralentizaban su caída y, justo por donde pasaba yo, no había rastro alguno de que hubiera llovido: el suelo estaba seco.

No he podido evitar mirar la hora –hay que reconocer que está siendo un día raro lleno de premoniciones cumplidas –,  eran, como no podría ser de otra forma, las 14:36 y todo indicaba que algo iba a pasar.

Y ha pasado, vaya que si ha pasado: La Niña de la foto, con su vestido, de lino estaba en el centro mismo del parque, rodeada de silencio y con una especie de existencia flotante y, apostaría, a que en caso de haber sol, sin sombra que proyectar.

Pero seguían siendo las 14:36, un minuto de error con respecto a lo que llevaba escrito en la espalda.
Ahora el reloj sí que marcaba las 14:37 y la Niña empezó a emitir sonidos extraños, punzantes, aspirados y con un rechinar del aire que llegaba nítidamente a mí sin saber que me quería decir.

La Niña desapareció, el viento cambio la dirección y me susurró con una voz dulce que, no me cupo duda, era de la Niña diciéndome que leyera El Libro.

Lo leería, sobre todo si daba explicación al extraño día que estaba teniendo, pero desconocía a que libro hacía referencia. Chasqueé la lengua en señal de decepción y noté un regusto ácido, descreído y simplón demasiado parecido a mi alma.

Escupí rápidamente y con asco - no me gustaba el sabor de mi alma - y salió aleteando haciendo tirabuzones que dibujaron el perfil de un hombre con el agua condesada que dejaba a su paso.

Era un hombre al que no conocía pero la pregunta correcta era si él me conocía a mí. 

2 comentarios:

  1. por eso mismo yo voy siempre a recoger los paquetes al día siguiente del aviso de entrega

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  2. Ay, Pedro, la impaciencia hace que desarrollemos los músculos de las piernas. Al igual que la falta de memoria.

    Salud y letras.

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