Las Orillas del Estigia

miércoles, 13 de octubre de 2010

Retazo V


Nos miramos fijamente Caronte –de imponente presencia física – y yo. Él esperando preguntas y yo las respuestas a preguntas que me parecían obvias. Sólo hubo, por su parte, un comentario a mi nueva situación:
-          Se agradece que no hayan dramatismos.
-          ¿Cuál podría haber? Esto es irremediable
-          No creas
Debió dibujarse en mí una extraña mueca, mezcla de horror y vacío,  ante la incertidumbre de lo que aquella respuesta implicaba.
-          Eso es precisamente el infierno: La incertidumbre y el vacío.
No podría estar más de acuerdo con su apreciación y le pregunté sobre la incertidumbre más acuciante del momento.
-          ¿Qué pasa con La Niña?
-          Que te lo explique su abuelo.
El viejo del banco salió de ninguna parte - se materializó o sea lo que sea lo que se hace estuviera donde estuviera yo en ese momento - lo miré, y vi el dolor reflejado en todas y cada una de sus arrugas que eran como grietas a un oscuro abismo. No hizo falta que me dijera nada y de la ensoñación real del horror me sacó la voz realista y cavernosa de Caronte.
-          Ya ves que el infierno no es el peor lugar donde puedes estar.
No lo vi pero sentí el gélido aliento ardiente que emanaba de lo más profundo del suelo que pisaba.
-          La Niña me dijo me dijo que buscara en El Libro.
Ambos cruzaron miradas que incrementaron la sensación de mortal terror en el viejo.
-          Ese Libro no debes ni buscarlo ni leerlo; es obra de los Arquitectos Negros.
-          ¿Quiénes son esos y que pasa si lo leo?
-          Nunca presagia nada bueno
En el tiempo justo que tardé en parpadear el Viejo y Caronte había desaparecido dejando en el aire una crispación y un olor demasiado parecido a la huida.

1 comentario:

Si has llegado hasta aquí, seguro que puedes aportar cosas con educación